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El Palacio Gibert en una nota del diario Clarín

    El estilo, inspirado en motivos de la naturaleza y cargado de sensualidad, aparece en palacios y en la estación de tren. Estiman que hay más de 300 edificaciones en el casco histórico y en mayo presentarán una ruta con 30 imperdibles. Hay que enfocar arriba. Porque a partir del segundo piso del Palacio Gibert, de La […]

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Abr

 

 

El estilo, inspirado en motivos de la naturaleza y cargado de sensualidad, aparece en palacios y en la estación de tren. Estiman que hay más de 300 edificaciones en el casco histórico y en mayo presentarán una ruta con 30 imperdibles.

Hay que enfocar arriba. Porque a partir del segundo piso del Palacio Gibert, de La Plata, aparecen las ventanas redondas, los mascarones, el hierro que dibuja curvas gráciles, los diseños geométricos (pero nunca “cuadrados”) y los juegos de texturas y de tonos. Es decir: gran parte del mix de formas orgánicas y materiales que se convirtió en sello del modernismo. Las marcas de aquel movimiento que, a comienzos del siglo XX, fue capaz de transformar el frente de una casona o de un negocio en un festín de arte.

Aunque la simetría y el techo gris remiten al neoclasicismo, el Gibert, realizado entre 1910-14 por el arquitecto, pintor, escenógrafo y escritor napolitano Guillermo Ruótolo (1876-1951), resulta por todo eso (y por los vitrales del interior, entre otras maravillas) uno de los emblemas del Art Nouveau platense. Una joya a redescubrir en la ciudad de las diagonales.

Porque en La Plata, planificada a fines del siglo XIX, hay tesoros menos populares que la Casa Curutchet –único trabajo del arquitecto suizo-francés Le Corbusier en Argentina, austero, luminoso, funcional, declarado Patrimonio de la Humanidad–, la catedral neogótica y el Museo de Ciencias Naturales.

En La Plata están el Palacio Achinelly (1911) y la ex sede de la Casa Boo (1913) –gran tienda que se extendería por buena parte de la Provincia–, entre otras huellas del Art Nouveau.

Como ocurre en la de Ciudad de Buenos Aires, los ejemplos “puros” de esta corriente llegada de Francia, Italia, Austria y otros países europeos, no existen acá. Hay, en cambio, mezclas, adaptaciones, recreaciones. Y a veces es necesario buscarlasdescansan tranquilas, como detalles. El Gibert, cuya base es la del clásico petit hotel, es justamente un ícono porque muestra rasgos del modo de experimentar que marcó al Art Nouveau tanto como los motivos inspirados en la naturaleza, las curvas y la exaltación de la sensualidad.

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